Emprender no es tarea fácil. Transformar una idea en una realidad, a través de la constitución empresarial y con la finalidad de generar ingresos económicos – para sí mismas y para la familia – es la salida laboral de muchas personas que migran a España y, sobre todo, de las mujeres.

Según las últimas cifras del Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA), de la Seguridad Social Española, la afiliación de las personas extranjeras se ha incrementado en un 4,3% durante 2023; siendo relevante el hecho de que las mujeres emprendedoras extranjeras crecieron un 30% más que los hombres emprendedores extranjeros.
Según los análisis expertos, los cambios en la Ley de Extranjería (agosto 2022) han podido facilitar el acceso a los permisos necesarios para acceder a este sistema. Pero, ser mujer y emprendedora conlleva una serie de retos estructurales, agravado mucho más por la interseccionalidad: migración. Ya se conoce que la incorporación de las mujeres al mundo laboral es una carrera llena de obstáculos (muy vinculados a los cuidados); que tiene un bajo techo de cristal y un fangoso suelo pegajoso, que mantiene a las mujeres en nichos de trabajo feminizados y precarizados. Pero, si además no se conocen los derechos laborales y las ayudas vinculadas con el emprendimiento, o no se habla el idioma, o se tiene un elemento identitario diferencial que afecta el trato con la clientela, debido a prejuicios y estereotipos; la situación se torna más compleja.
Estamos en el camino para que cada vez sea más habitual desayunar en el bar regentado por aquella mujer asiática que te sirve el mejor pincho de tortilla y café “de toda la vida”; o entrar en una frutería que lleva la vecina rumana del barrio y que hace convivir las patatas con el mujdei más tradicional; o acercarte a una peluqueria halal en la que las mujeres disfrutan embelleciendo el cabello que llevan bajo el hijab; o ser atendida por una abogada con sus estudios homologados, que empatiza con una realidad que comparte por su origen.
La diversidad está presente en el parque empresarial y cada vez más en la vida pública del territorio vasco. Una diversidad que tiene nombre de mujer y que hace esfuerzos por conciliar largas jornadas de trabajo con el cuidado de las y los hijos, las gestiones de la casa y la dificultad de contar con una red de apoyo para el tan ansiado autocuidado.
Abrir la persiana de un negocio es complejo, pero más aún sostenerlo a lo largo del tiempo. Las mujeres migradas emprendedoras ponen en juego todas sus estrategias de supervivencia y redes colaborativas para mantener los negocios a flote. Y gran parte de estos esfuerzos pasa por abrir un microespacio para sus menores en pleno centro de trabajo. El bebé que duerme en el carricoche debajo de una ventana, la niña que pinta en el suelo, o el adolescente que se concentra en un rincón del emprendimiento mientras hace los deberes, no es una estampa extraña entre las emprendedoras migradas. “La empresa no me da suficiente como pagar a alguien que se encargue de los niños”, es la queja principal de las mujeres con las que hemos podido contrastar esta situación.
Y si los recursos que generan las empresas no son suficientes para garantizar los cuidados alternativos necesarios y son las mujeres las que los siguen cubriendo, entonces parece que no hay mucho por lo que alegrarse. Porque sí es cierto que las mujeres migradas emprendedoras están presentes en las estadísticas del RETA, feminizando el mundo del autoempleo, pero ¿a qué precio?
Asociación Mujeres en la Diversidad